martes, 15 de noviembre de 2022

Lo mío contigo

 He pasado a llamarlo así porque sé que no hay un "lo nuestro", hay un "yo" y un "lo mío contigo". 

y lo mío contigo ya no es normal, ni racional, roza, qué digo roza...choca ya con lo absurdo.

Lo mío contigo es antinatural, atípico, utópico...

Lo mío contigo es frustrante, delirante, incomprensible, incongruente...

Lo mío contigo es un ying y un yang, un sí y un no, un querer y no poder...

Un querer olvidarte y aparecerte en sueños. Un no querer que te aparezcas y buscarte una noche mientras me duermo. Un querer no soñarte y desear que me busques por alguna parte. Un querer arrancarte y saber al tiempo que no te saco de donde demonios sea que te me hayas clavado.

Lo mío contigo parece no tener fin, a pesar del tiempo pasado. Lo mío contigo ya es hasta cansado.

Lo mío contigo es un eterno "hasta siempre", porque sé que volveré a encontrarte, aunque sea en mi subconsciente.

Lo mío contigo es unilateral, es un monólogo sin risas, donde nadie escucha, es una constante lucha. 

Lo mío contigo es contar el tiempo, es pedirle al universo. 

Lo mío contigo es intentar aceptar que solo hay un "lo mío contigo". 

 

sábado, 30 de julio de 2022

Durante una mirada...

 Y qué importa si esa mirada es real, o virtual, ¿no? El caso es que me has mirado. No sé porqué, pero me has mirado. Y esa mirada sólo hace alimentar mi fantasía de cuento en el que nos hemos perdonado. Mira Alejandro, sí, se acabaron los misterios, yo no sé qué es de tu vida ahora, créeme que me encantaría saberlo, pero yo, a la vista está, que no te he olvidado, te me apareces en sueños, te me apareces en número, (el 11, ya sabes, ¿lo has olvidado? yo no), y te me apareces en otros ojos ajenos. 

Tengo que reconocerlo, te me has quedado clavado en el corazón, ahí tienes tu parcelita pequeña, que a ratos olvido y se seca, pero que nunca muere, porque siempre hay un recuerdo que la acaba regando. ¿Puedo vivir con ello? SÍ. Casi tengo asumido que nuestros caminos no volverán a cruzarse, como debe ser (de esto aún estoy intentando convencerme, de ahí el casi).

Pero, ¿a quién estoy intentando engañar, si al fin y al cabo aquí estamos solos tú y yo en este momento?. No, no tengo asumido que no nos volvamos a cruzar, de hecho, estoy CASI convencida de que en algún momento de esta vida o la otra, tenemos que volver a encontrarnos, tenemos que volver a hablar, y a sonreírnos. ¿que porqué esa fantasía? Porque me da paz Alejandro, porque me da paz, y felicidad. Aún sabiendo que quizá tú ya no sientes nada, que la parcela que me gané en tu corazón un día la acabaste por arrancar, déjame a mí con mi fantasía. Pero...si la arrancaste... ¿porqué esa mirada entonces? Dime, háblame de alguna forma, déjate de señales con números, de encuentros en ojos ajenos, y háblame tú. Háblame. 

sábado, 18 de junio de 2022

 Está claro que las relaciones personales no son fáciles, ya sean laborales, amistosas, o de pareja...para más inri, no importa cuanto tiempo lleves compartiendo tu vida con tu compañer@, siempre seguirá siendo difícil... Y todo porque nadie nos enseñó cómo ser empáticos, cómo respetar al otro, y cómo crecer nosotros mismos, lo cual es fundamental.

Miro a mi alrededor, y miro dentro de mí, y veo tantas dificultades....y siento impotencia por no poder hacer nada por el otro, no le puedo cambiar para que acepte que para su hijo, él no es ya su prioridad, no puedo hacer nada para que los demás sean comprensivos con él, no puedo hacer nada para poder darle esa poquita de empatía que le falta, y me duele, porque a mí me duele lo que a él le duele, es así. Quisera tener una varita mágica y darle a cada uno lo que necesite, o quitarle lo que le sobra, para poder ser más feliz...aunque no estaría de más empezar por mí misma. 

Quisiera tantas cosas...quisiera quitarle esa responsabilidad excesiva que no le deja dormir, quisiera enseñarle en un día y de golpe que no tiene la obligación de ser fuerte, que puede expresar sus miedos, sus temores, sus preocupaciones, que puede expresar sus sentimientos...sí, los hombres también pueden hacerlo, son PERSONAS, y tienen derecho a todo ello. Maldita la hora en la que les enseñaron que los hombres no debían llorar ni ser sentimentales. Quisiera hacerle comprender que su padre lo hizo lo mejor que pudo y que supo, pero que no por eso tiene que ser una calcamonía exacta de lo que es su padre, que debe estar agradecido por todo lo que le han dado, pero que los hijos, a mi parecer, igual que aspiramos a tener una mejor vida que la que nuestros padres tuvieron, también debemos aprender a ser mejores, en cuanto a inteligencia emocional, algo de lo que la sociedad está muy necesitada, dicho sea de paso.

Por eso me ha dado por idealizar a alguien que ni si quiera sabe que existo, por mucha sensibilidad que desprenda encima de un escenario, por mucha humildad y sencillez que desprenda...no le conozco en su casa, en el día a día, pero he decidido imaginar que es un tío sensible, que expresa sus emociones y sus sentimientos, y ESO, precisamente, es lo que yo anhelo. No anhelo a alguien que ni si quiera conozco, anhelo eso que desprende, anhelo esa sensibilidad y capacidad para expresar las emociones...anhelo.

Claro que conocerse a uno mismo es difícil, es enfrentarte a tus miedos, enfrentarte a aquello que por algún motivo nuestro propio yo desconoce, es enfrentarte a esa parte que rechazas de ti y ni si quiera eres consciente de que lo haces...es difícil y duro, pero también necesario. Y ahí estoy, intentando reunir la valentía para enfrentarme a ese yo que ni si quiera sé que existe...porque de todas las mujeres que habitan en mi, juro que hay algunas qu yo ni conozco...

jueves, 17 de marzo de 2022

 Suelo compararme con ella, no desde la envidia, sino desde la admiración. ni si quiera es desde la admiración, es desde la inferioridad, como me ha pasado toda la vida. Es hora de aceptarlo, que la admiro también es cierto, pero la comparación es desde la inferioridad. es independiente, empática, inteligente, a nivel social y emocional, y yo a veces no sé qué soy. Ha ayudado a una familia ucraniana, y eso me alegra, pero también me hace sentir pequeña, ¿Qué estoy haciendo yo por los demás? Ni si quiera fui capaz de seguir haciendo un voluntariado con personas mayores. No conseguí ser constante, al cabo de un tiempo me cansé, y lo dejé, y ahora no soy capaz de enfrentarme a ello. Cuando me hago la pregunta de qué puedo hacer yo por los demás, se me ocurren muchas cosas, pero luego no soy capaz de iniciarlas, y trato de entender que no todos tenemos las mismas capacidades, que no todos tenemos porqué ser iguales, que no todos tenemos porqué hacer lo mismo, pero me suena a excusa. No entiendo porqué me castigo tanto, porqué siempre pienso que no soy lo suficientemente generosa, o empática. Cuando sé de sobra que ha habido momentos en mi vida que sí he intentado ayudar a alguien o aportar algo bueno o bonito a los demás. Pero aún así, la sigo mirando desde abajo. La sigo viendo más grande, y me sigo viendo pequeña en comparación con ella. Y a pesar de saber que no es cuestión de comparaciones, que tan solo es cuestión de formas de ser, de que cada uno aporta a su manera, que cada uno hace lo que puede en función a su carácter, todo me suena a excusas. Quizá sea momento de dejar de castigarme, y aceptarme. ¿y cómo se hace eso? ¿Cómo aprende uno a aceptarse? Conociéndose primero, supongo, porque no es fácil admitir que uno no es como cree que ha sido toda la vida. Me creía empática, tolerante, y muchas cosas más, y con la edad, con el tiempo, con los años, he descubierto que no soy tan de todo eso como yo creía. Y es duro mirarse por dentro y ver que uno no es tan bueno como se creía. Será cuestión de mirarse por dentro y de ver también lo bueno. De quererse al fin y al cabo. Quiérete.  

domingo, 26 de septiembre de 2021

La soledad

A veces tan deseada y querida, y otras tan rechazada y odiada. 

Lo cierto es que aunque no nos guste, yo pienso que la soledad debería ser una asignatura obligatoria en nuestra vida. Creo sinceramente que sería bastante productivo que todos estuviésemos solos un periodo de tiempo antes de iniciar, ya no una relación, sino una convivencia con el otro. Aprender a conocernos, a estar solos con nosotros mismos, a observarnos y hacer introspección. Que esa asignatura obligatoria fuese acompañada de unas buenas dosis de inteligencia emocional, que nos enseñen a respetar, a querer de una forma sana, que nos enseñase a comunicarnos saludablemente. 

Que nos enseñasen a resolver conflictos desde la comprensión y la empatía, y no desde los gritos y la ira, eso no es sano, ni productivo, provoca cansancio del alma y otras contraindicaciones. 

Porque convivir no es fácil, cada uno tenemos nuestros propios miedos, manías, y más cosas no resueltas que perjudican a la otra mitad. Pero deberíamos ser lo suficientemente inteligentes para mirar con conciencia y objetividad dentro de nosotros, e identificar lo que es nuestro, de lo que es del otro. Aunque en la mayoría de los casos ambas cosas van unidas, lo que nos molesta del otro quiere decir algo de nosotros mismos. 

La rabia y la frustración aparecen cuando vemos que el otro no es capaz de identificar nada, cuando acusa y acusa sin razón ni motivo, y entramos en una encrucijada de conflictos y reproches, de dudas y nervios, de miedos... Y te sientes perdida, sin saber qué hacer ni cómo actuar, sin encontrar una solución que nos favorezca, sin ganas. 

Y es que las relaciones no son fáciles, independientemente de si se trata de relaciones sentimentales, amistosas, o laborales... tratar de comprender al otro y hacer autocrítica, nunca es fácil, y por desgracia en la mayoría de los casos, nos creemos mejores mucho más de lo que realmente somos. 


sábado, 11 de septiembre de 2021

Ideales

Últimamente tienes una manía muy fea de idealizar. 

Vale que nunca te has enfrentado a esta situación, a convivir con la misma persona un día tras otro, a enfrentar vuestras diferencias, a aprender a vivir con el otro, y con sus demonios. 

Vale que lidiar con la rutina y con la monotonía es difícil, pero sé sincera contigo misma y contesta a estas preguntas: ¿acaso crees que con ese que desprende tanta sensibilidad y romanticismo sería diferente? ¿o que con aquél con el que todo era una montaña rusa de emociones, y derroche de pasión hubiese sido distinto?

Deja de imaginar, deja de idealizar, porque esta es la vida real querida, donde la convivencia todo lo transforma, donde el día a día, y descubrir de verdad como es el otro compite con la magia, y no se puede vivir en un estado eterno de enamoramiento gilipollezco y romanticismo al más puro estilo de Pretty Woman, porque nadie va a venir a rescatarte en una limusina blanca con rosas. Aprende a rescatarte solita princesa, y aprende a idealizar esa sonrisa traviesa con la que duermes cada noche. Muévete del sofá de la costumbre en el que te has sentado, y haz algo para evitar esas ensoñaciones que tienes despierta, esos ataques de romanticismo ideales, y ese volver al pasado constante que tienes, porque ni él era el típico  Don Juan, ni tú eres una princesa de cuento. 

Aprende a diferenciar tus conflictos, que los tienes, y a lidiar con ellos. Pero aprende también a diferenciar esos conflictos, del ideal que estás haciendo de lo que pudo ser y no fue, porque de haber sido, la rutina, la monotonía, y la caída de vendas también habrían llegado, hasta con el mismísimo Richard Gere habría llegado, por mucho que quieras pensar que no, y que con aquel de ojos verdes hubiera sido diferente, porque NO lo habría sido, como no lo fue con los barcos que ya se te hundieron. 

Hurga dentro de ti, por más que no te guste, pero hazlo, porque sólo así podrás enriquecer tu vida. Averigua porqué esa necesidad de romanticismo constante, y de idealizar lo que no fue. Y valora lo que tienes, porque si algún día se te va, entonces es cuando lo vas a lamentar. Usa las herramientas que tengas, busca nuevas, invéntalas, pero hazlo. 

domingo, 22 de agosto de 2021

El cuento número 11

 Había una vez un cuento que parecía no tener fin.

Era el cuento número 11. Un cuento de recuerdos y de ilusiones vagas. Cuando ni si quiera deberían de existir esas ilusiones. Un cuento donde ella había decidido que él sentía lo mismo, que las huellas que había marcadas en ellas eran las mismas que había marcadas en él. Ella había decidido, en su propia fantasía, creer que él la recordaba de la misma forma, que había significado algo en su vida, a pesar del aquel final terrorífico.

Había decidido, romántica empedernida como era, que él no la había olvidado, que la había perdonado, y que a pesar de vivir separados, como tenía que ser, él la recordaba con el mismo cariño que ella lo hacía. 

¿y si no era así? ¿y si para él sólo fue lo que necesitaba para recuperar su vida, para curar sus heridas, y nada más? Ella, romántica empedernida como era, no podía creer que eso fuese así, que no significase nada, que ni si quiera la recordase. De nuevo, 10 años después, volvía a necesitar respuestas, aunque sabía que no había forma de conseguirlas. 

Había una vez un cuento donde ella recibía un mensaje privado en su red social, diciéndole que sentía mucho como ocurrió todo, que no había rencor en su corazón si no gratitud y buenos sentimientos.

Había una vez un cuento donde volvían a sentarse de nuevo delante de una taza de café, donde ella volvía a mirar esos ojos verde mar, y donde volvían a reír una última vez.

Había una vez un cuento donde ellos, 10 años después, podían despedirse al fin como no lo hicieron, en paz. 

Pero tan solo era un cuento. Un cuento que parecía no tener fin.