jueves, 29 de mayo de 2014

Para ti. Por ti.

Hoy voy a escribir para ti.
Por ti.
Por la impotencia que siento de no poder hacerte entender, de tener que esperar a que pasen los años y los daños para que sean ellos los que te enseñen, y no quiero, porque me duele lo que te duele.
Es injusto que la vida sea así, que tengas que caerte para volver a levantarte. De ahí mi impotencia. No quiero, y sin embargo, no lo puedo evitar. Qué frustrante resulta...
A veces quisiera que de pronto tuvieras 30 años, para que entendieras ciertas cosas que a tu edad no puedes entender, y que una vez que lo hubieras aprendido, sin dolor, volvieras a tus casi 15, y enmendar tus errores sin necesidad de caerte.
A veces quisiera hacerte entender que una verdadera amistad se forja con el tiempo, en meses e incluso años, no en tres semanas, y que, incluso siendo duradera, en cualquier momento, alguno de los dos puede fallar.
Quisiera hacerte entender que una verdadera amistad entre un hombre y una mujer es casi siempre, imposible.
Quisiera hacerte entender que "los mayores" no pensamos que tu única preocupación sea estudiar.
Quisiera hacerte entender que sabemos que es una edad difícil, en la que tú y tus emociones sois como un mar, a veces en calma, a veces tormentoso, y que, como la marea, a veces subes, a veces bajas. Lo que no sabes, es que yo y los que te rodeamos ahora somos un poco marineros, porque también estuvimos en ese mar, y lo conocemos.
Quisiera hacerte entender que el típico tópico de "yo también tuve 15 años" no es una frase hecha, puede que los tiempos hayan cambiado, pero las emociones y los deseos de esa edad, no.
Quisiera hacerte entender que no es bonito crecer demasiado deprisa, que tienes toda la vida por delante para, por ejemplo, subirte a unos tacones.
Quisiera hacerte entender que si publicas cada emoción en una red social, le das poder a tus enemigos, la información es poder, y le das poder para usarlo todo en tu contra, y hacerte daño. Que si publicas cada emoción en una red social, la gente que de verdad te quiere, te preguntará, porque se preocuparán por ti. Que las consecuencias de publicar a cada momento lo que haces en una red social, son que las personas te pregunten, y que algunas, saquen conclusiones que no son. Si voy a un bar lleno de gente que conozco, y grito "sonrío gracias a él, cuánto le quiero", probablemente todos pensarán que estoy enamorada, aunque no sea cierto, y muchos preguntarán, algunos, los menos, por verdadero interés, otros, por mero entrometimiento. Si alguien te importa, solo ese alguien debe saberlo, no tus 300 y picos seguidores. A este respecto, solo espero que te des cuenta pronto, y que no seas tan torpe como yo, que me di cuenta quizás demasiado tarde.
Quisiera hacerte entender que SÉ que a veces tus emociones son como el torrente de agua que una presa reprime, un torrente de agua conteniendo toda su fuerza y energía,  y que cuando se abren las compuertas, sale desbordado. Si necesitas sacarlos, mi consejo es que lo hagas con alguien de tu confianza, que sepas que no te va a traicionar. Que tu compuerta no sea una pantalla de ordenador, o de móvil, que sea una persona a la que quieres, y que te quiera de verdad.
Me alegro de no desear que entiendas que para labrarse un futuro, es necesario empezar ahora. Por suerte eso ya lo entiendes, y lo haces.
Quisiera hacerte entender que si escribo todo esto, es porque me importas, y porque te quiero con locura, porque veo tus errores, y nada puedo hacer, porque no quiero que nada te duela, ni quiero que te hagan más daño, créeme, es frustrante no poder hacer nada.
Podría haberlo hecho en una red social a la que tuvieras fácil acceso sin tener que enviarte este enlace, pero entonces lo hubieran visto personas que no tienen porqué verlo. Y hubiesen hecho preguntas, y hubiesen hecho conjeturas, y tendrían demasiada información que no les importa.
Sólo escribo esto para ti y para mi. Sobre todo para ti.
Quizás no hayas entendido una mierda de todo esto, algún día lo harás, y es ese "algún día", lo que me mata.
Te quiero. Te quiero más de lo que te imaginas.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Llegó a casa. Cogió el último cigarrillo que le quedaba, y comenzó a escribir...
Acababa de estar  con Gabriel, tomando una copa que le había hecho llegar a casa algo menos sobria de lo normal, y sumirse una vez más en sus propios pensamientos, aunque no necesitaba alcohol para reflexionar, casi lo hacía continuamente, aunque no siempre dejaba constancia escrita de dichas reflexiones.
Llegó a casa con el sabor de boca que aquel gin-tonic le había dejado, y con el fastidio de no poder disfrutar de su presencia, de sus charlas, de sus risas, de la manera que ambos merecían. Siempre que estaba con Gabriel en un lugar público temía si Alfonso se enteraría, si alguien en común los vería.
Y es que Gabriel no era tan solo su ex, era su confesor, su apoyo incondicional, mucho más que un amigo, y él lo sabía. Por alguna extraña razón, ella temía que Gabriel la olvidara, que alguna otra borrara su recuerdo, porque ella, a pesar de no haber existido ese amor necesario para que una relación incipiente continúe, guardaba grandes y muy buenos recuerdos de él.
Había pasado algún que otro hombre más, no muchos a decir verdad, desde que Gabriel y Marta lo dejaron, pero la diferencia entre el pasado de ella y Gabriel, es que, cuando Marta miraba hacia atrás en la playa por la que paseaban sus recuerdos, la huella de Gabriel le hacía sonreír. No era así con los demás.
No estuvieron enamorados. Quizá por eso eran tan buenos amigos, quizá por eso, y porque él siempre había estado ahí, porque él jamás le falló, podían ahora tener esa relación especial que tenían. Así lo sentía ella, y así quería que lo sintiese él, aunque Marta no sabía a ciencia cierta qué era lo que él pensaba...
Como decía el Gran Maestro en una de sus sabias canciones, lo que daba letra a sus sentimientos era ese: "Que nos desclaven si es que pueden, que nos separen, que lo intenten..." Pero temía que no fuese igual para Gabriel. Se sentía unida a él de una manera extraña que no podía explicar ni si quiera en su diario privado.
También sabía que Gabriel leería aquello, puesto que siempre sabía leer en su corazón, bien porque ella desde el principio se desnudó, y a esas alturas, también porque él la conocía demasiado. Pero era la única persona que leería en lo profundo de su corazón, y a ella no le importaba que así fuera.
Sabía que algún día sus caminos se separarían, pero también sabía que cada vez que algún cliente de la misma ciudad de Gabriel se sentara en el bar donde ella trabajaba, acabaría diciendo lo mismo con una sonrisa que llenaba sus labios: "¡yo tuve un novio maño!
Cerró su diario, se puso el pijama, y con la extraña mezcla de sensaciones, se durmió.