lunes, 18 de noviembre de 2013

La princesa destronada

Érase una vez una princesa que lo tenía todo...
En realidad, no tenía las mayores riquezas, no vivía en un palacio lleno de oros, alfombras persas, ni joyas caras.
Vivía en una casa humilde, sencilla pero cómoda, con todo lo necesario para vivir, en medio del bosque, rodeada de las flores más coloridas y bellas, y de los animales más entrañables...
Era feliz. Sólo que no lo sabía...
Tenía su príncipe. Un príncipe que la respetaba, la quería tal como era, la entendía, la apoyaba, la hacía reír, la escuchaba, la acompañaba...era feliz, sólo que no lo sabía.
Si algo malo tenía esta princesa, era que no sabía tomar las decisiones adecuadas en el momento adecuado, siempre quería más, y siempre se daba cuenta de que quizás se había equivocado, cuando ya estaba dentro del error, y ya era tarde para, al menos, cuestionar aquella decisión que un día tomó con demasiada rapidez.
La princesa ya no es princesa, es princesa destronada. Sigue viviendo en el mismo lugar, sólo que, ese príncipe, ya no la acompaña.
Era feliz, sólo que no lo sabía...
Otra princesa acompaña al príncipe, otra princesa disfruta de ese apoyo, de esa compañía, de esas risas, y de todo lo que ella un día tuvo.
Sabe que es ley de vida, como la muerte, y que, al igual que la muerte, el ser destronada también conlleva un duelo.
Era feliz, sólo que no lo sabía.
Ahora lo sabe, pero ahora ya es tarde, como es tarde para pensar qué hubiera ocurrido.
Allí, en aquel bosque, como en Marte, de donde procedo, así como en la Tierra, hay algo en común: para aprender, por suerte o desgracia, hay que equivocarse, porque tanto aquí, como allá, como allí...nadie nace sabiendo.
Era feliz, sólo que no lo sabía.........

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Barcos y destinos

Voy en un barco. Es un día cualquiera, de invierno.
Hace frío, pero el sol consigue mitigar la sensación térmica, alumbra con todo su esplendor, y calienta.
En este barco hay cosas que no funcionan, no veo el destino, no veo la isla a la que se supone que debo llegar, hace poco que partimos, y aún es pronto para divisar tierra.
Como decía, en este barco hay cosas que no funcionan como deberían, como todos los barcos...
Es un barco hecho por el hombre, y el hombre, no es perfecto.
Me siento tranquila, no hay problema de motor, las velas están izadas, el viento es favorable..."aún habiendo algo que no funcione, siempre me quedará el salvavidas, ya no es la primera vez que se me hunde un barco, y sigo aquí, tratando de conquistar el océano, mi propio océano..."
Sumergida casi sin darme cuenta en esos pensamientos, recuerdo otros barcos con los que traté de viajar, los diviso más atrás, imaginarios, fantasmagóricos...algunos lejanos ya, otros aún presentes...
Sigo viendo ese barco maravilloso, ya con otro timonel, pero su capitán sigue guiñándome el ojo, sonriendo para hacerme sonreír...aquel barco maravilloso...tengo la agradable sensación de que ese jamás se hundirá, puede que no lleguemos al mismo destino, pero siento que siempre irá paralelo a mi. "¿qué pasó con aquellos otros barcos? ¿no supe llevar bien el timón? ¿no supe revisar y solucionar todos los problemas? ¿el compañero de viaje me falló? ¿quizás mi brújula no está bien orientada?", me pierdo en esas preguntas mientras con una sonrisa melancólica observo a mi timonel, concentrado en su labor, a veces hasta entregado a ella. O puede que siempre entregado a ella, y que, o no quiera hacérmelo ver, o no me de cuenta.
Esos barcos no están hundidos, realmente, me siguen. Son como barcos fantasmas que me recuerdan que un día estuvieron conmigo, que de ellos aprendí a manejar mejor el siguiente barco, que me enseñaron, que, independientemente de si la travesía fue mejor o peor, de si fue en una tormenta o un mar en calma, estuvieron ahí, viajando conmigo y compartiendo un momento de mi vida.
No, no son barcos hundidos. Ni son barcos de carga. Son barcos...históricos, sí, eso es, barcos históricos...barcos que me ayudaron a escribir una historia, y reescribir otra, y a conocer mejor mi propio mapa.
En algún momento, esos barcos se desviaron del camino marcado, se introdujeron en medio de una tormenta  de la que no conseguimos salir juntos, el porqué, casi ya no importa, lo único importante es aprender y entender, que, fuera como fuese, en medio del naufragio, mi mejor salvavidas, fue mi propio corazón, y mi propia alma...